
Un breve pasaje de cómo inicié mi vida en mi nuevo barrio de la calle Conquista, primera cuadra del distrito José Leonardo Ortiz de la Provincia de Chiclayo.
¡Oye chino pasa la bola pe!
¿A quién le dices chino – “won”? ¡No te pases “cuñao” ah! y sigue jugando que este partido hay que ganarlo.
A inicios de mi adolescencia, con los muchachos del barrio, decidimos crear nuestro club de fútbol, al que le llamamos, “Club Independiente”. Nos organizamos más o menos bien, hicimos nuestra primera asamblea en la casa de los Moreno para elegir al presidente, secretario y tesorero. A mí me eligieron de secretario. Nuestra primera tarea consistió en conseguir los uniformes, zapatillas, pelotas y otro tipo de materiales deportivos.
Parecía difícil de conseguir todo ese material, pero tuvimos la brillante idea de enviar una batería de cartas a la mayoría de los comerciantes emergentes de nuestro distrito, y ellos por amor y pasión al fútbol, con muy buena voluntad nos dieron lo que les habíamos pedido. En poco tiempo teníamos de todo, hasta nuestro propio logo y emblema, solamente faltaba armar el equipo y entrenar lo suficiente como para poder participar en los diferentes campeonatos de fútbol en nuestro distrito.
Para mí todo eso era nuevo, descubrí un mundo que no había imaginado, no sabía que a mucha gente le gustaba el fútbol y que las competiciones fueran variadas y divertidas y que concentraran multitudes.
Quienes creamos el “Club Independiente” éramos aún unos muchachos o muy jóvenes y nuestro club al recibir tantos regalos llegó a convertirse realmente en un verdadero pequeño club, la gente del barrio empezó a vernos de otra manera, y asumió que necesitaríamos una ayuda más experimentada.
Los mayores del barrio vinieron a ofrecer su apoyo y, naturalmente nosotros dejamos que fuera así porque era lo más apropiado. El hermano mayor de los Moreno asumió entonces el papel de dirección de nuestro club y anotó a nuestro club en diferentes campeonatos. Pero, sobre todo, lo más importante era crear el equipo y ponerse a entrenar tan pronto como fuera posible.
Cuando participabas en un campeonato, además de que te jugabas el prestigio te ganabas un poco de dinero, que era importante para el club. De esa manera, y en muy poco tiempo, muy contentos tuvimos la ocasión de participar en uno de esos encuentros futbolísticos con nuestros nuevos uniformes y vernos frente a otro equipo para el primer partido.
El señor que nos entrenaba, “¡pa’sumare!”, sudaba frío, y sufría porque no quería que perdiéramos ese partido.
Ya en la cancha, los muchachos gritaban y te guiaban en el juego, a que pasen la pelota, que hay que correr hacia el arco, etc. Y dos que se acercaban al arco decían, \”pucha\”, que buen pase \”cuñao\”, corre al arco, “frenea” (frena en chiclayano) – patea, toma, ya, goooool. La hicimos, uno a cero. El tiempo se vencía, ya no quedaba mucho, todo “bacanudo”, estábamos a punto de ganar nuestro primer partido en una competición.
Piii piiiii…, el árbitro avisaba que el partido se había terminado.
¡Ganamos!
El entrenador estaba contento. Él era el “viejo” del negro Julio, uno de nuestros “patas” del barrio. Ese señor era tan buena persona que nos entrenaba porque simplemente el fútbol le gustaba y no cobraba nada, a pesar de ese trabajo súper pesado, como el de levantarse muy tempranito, a las 5 de la mañana, pasar por las casas de cada uno de nosotros y llevarnos a la “Bombonera” para entrenarnos, que era un espacio grande y libre que teníamos cerca del barrio.
Las chicas del barrio se habían ganado el pase, es decir nos habían visto ganar. Eso nos daba muchos puntos con ellas.
¡Perfecto!
Especialmente para muchos como yo que teníamos en la vista a una de ellas, como a \”la Camucha\”, que me gustaba y quería que admire lo que yo hacía. Para otros estaban las hermanas “Moreno”; que todas eran guapas, aun las recuerdo con mucho cariño.
No pudimos celebrar la victoria con unas “chelas” (cervezas) porque todavía éramos chibolos, así que nos sentimos felices con un buen chupete de coco o un “marciano” de tamarindo, típicos del norte, en donde los venden por todo lado.
Yo casi no jugaba al fútbol, en realidad no me gustaba tanto porque me hacía sufrir un poco, solo era ir de un lado a otro de la cancha para que no resistiera los latidos de mi corazón y luego tuve que refugiarme en un lado donde nadie me viera y esperar a que mi corazón se calmara. Eso me pasaba casi todas las veces que corría descontroladamente, pero el fútbol es así, hay que correr de golpe para llegar a la portería y meter gol, no hay otra forma.